Cortázar y Gaiman para gente (y días) triste(s)

9.12.17


Hay tantos libros como personas para cada uno de nosotros. A veces, por ejemplo, pareciera que no pertenecemos a la familia en la que hemos nacido, que la gente que compone ese pequeño (o gran) circulo no fue hecho para nosotres y nos llegamos a sentir mejor estando con amigos, o con la familia de alguien más, incluso a veces puede pasar que un amigue de siempre de repente se sienta totalmente ajeno a nuestra vida y si bien hay amor y cariño, de alguna manera las cosas ya no son lo que eran. Sin embargo, de una u otra forma encontramos, finalmente, gente que encaja, quizá no permanentemente, pero sí en los momentos adecuados, con lo que somos y lo que hacemos. Somos piezas de rompecabezas que van cambiando porque así es la vida, y si bien los libros no cambian, sí tienen diferente sentido para nosotros a medida que vamos tomando formas diferentes, y si un libro no te encanja a la primera, probablemente más tarde lo hará, o puede que nunca, no sé si tomamos todas las formas que pueden existir en el espectro de formas existentes, a veces unas duran más que otras, pero en conclusión cada cosa en su lugar y cada cosa a su tiempo.

A veces pienso que hay gente feliz y gente triste. No sé si será un fenómeno geográfico, estacionario o genético, pero lo que me ha llevado a esta conclusión, es la observación de diferentes grupos de personas a lo largo de mi vida, incluida yo. Yo tiendo a ser una persona triste, más bien nostálgica y con tendencia al pesimismo, llevada en parte por mi ansiedad y por el hecho de que el mundo en el que nos desarrollamos, básicamente, es horrible. Por otro lado, hay otras personas que son más de abrir ventanas cuando las puertas se les cierran, emprendedoras, valientes, qué sé yo, con una visión más esperanzadora ante la vida. No digo que ambos tipos de personas sean siempre así, pero existe la tendencia a que la mata se cargue más para un lado que otro. Soy, a pesar de mi tendencia al lado oscuro de la fuerza, alguien que cree en el equilibrio. Tanto el exceso de felicidad como el exceso de tristeza es mala (escribí una reseña relacionada a esto -x-), porque no está bien ignorar lo malo que nos rodea para vivir en un mundo de algodones y unicornios, pero tampoco lo está sumirse en un agujero que sólo acabará por paralizarnos y convertirnos en un bulto sin valor alguno, por lo que está bien leer novelas excitantes, con historias fabulosas, pero a veces hay que empequeñecerse un poco (a menos que ya estés en la justa estatura) y adentrarse a una pausa literaria, tomar el té con un personaje o simplemente aprender algo nuevo de nosotros mismos a través de los ojos de otro.

Desde mi experiencia, creo que es más difícil salir de un estado de tristeza que de uno de felicidad, porque la tristeza es inherente al ser humano, pero pienso que la felicidad no, que la felicidad la hacemos nosotros, pero no todos tienen los mismos recursos para fabricarla, ni tampoco la misma capacidad para hacerlo. Así que si bien estos autores obviamente pueden ser leídos por quienes quieran en el momento que lo deseen, quise darles una dirección especial, para darles un valor diferente.


***


Julio Cortázar es de esos autores que uno lee y lee en todos lados pero nunca uno no lo lee en serio hasta que se lee. Fragmentos por aquí y por allá, uno que otro cuento, pero jamás se acaba de entrar en lo que escribe. Así que mi historia con Cortázar viene de ninguna parte, comenzó desde siempre y espero que no acabe nunca.

Es un autor que pertenece a una época totalmente diferente a la nuestra, y de todas formas cada uno de sus cuentos me parece totalmente atemporal. A pesar de pertenecer al Boom Latinoamericano, junto con autores como García Márquez o Vargas Llosa, a diferencia de ellos, se mantiene vigente; su narrativa resalta y no deja de ser llamativa porque nunca deja de sorprender cuando se lee. Cuando finalicé mi lectura de Historias de cronopios y de famas mi primera impresión fue la siguiente: "(...) la aparente simplicidad de sus cuentos se metieron en mi alma y corazón, y quedaron rebotando ahí, junto a un montón de palabras simpáticas e ideas de cosas que no tenían mucha forma pero que ahora existían. Los cuentos que aquí encontré me hicieron sentir que esta vez no leía para salvar el mundo, sino que para satisfacer mis necesidades de individuo que necesita un momento de privacidad y ocio, de reflexión personal y de un disfrute que sinceramente no quería compartir; o sea, ojalá mucha gente lea este librito, ojalá llegar a comentarlo, pero leerlo fue como ir al cine sola o pasar a comerte algo rico sin compañía, fue un descanso de todo lo malo que hay en el mundo (...)". Y es que Julio Cortázar reduce a la humanidad en tres simples caricaturas, como lo son los torpes cronopios, las histéricas famas y las molestas esperanzas, convierte el sentimiento de paranoia en conejitos destruyendo los muebles de un departamento ajeno, y no sólo son sus historias sino también como las cuenta, porque de repente en sus cuentos somos lectores, luego personajes y finalmente cómplices de un asesino, y a veces nos transformamos en la voz del narrador, porque sus cuentos no tienen el sentido que tienen sin que nosotros no le demos vida a ellos, y no me refiero a la acción romántica de leer para darle vida a las palabras o algo así, sino que, literalmente algunos cuentos de Cortázar no funcionan como cuentos si no hay quien los lea. Es un juego constante, una doble narrativa, como enfocar un objeto y perder el fondo y luego enfocar el fondo y perder el objeto, pero saber que ambos existen. Julito es para gente triste porque es diferente, porque es siempre novedoso, porque lo que cuenta logra de una u otra forma generar empatía, porque no causa una inmediata y profunda reflexión acerca de algo y a la vez sí, porque uno decide que leer en él, porque el lector tiene poder sobre sus cuentos y hay una invitación abierta a ejercerlo, y el control para la gente triste es una cosa que siempre debe apreciarse. ¿Y qué pasa con la gente feliz? bueno, la gente feliz quizá al principio se sienta un poco descolocada, pero rápidamente es muy probable que se termine reuniendo con la gente triste en esta loca fiesta del té, porque creo que lo bacán de sus cuentos es que todos acabamos sentados en el mismo lugar con una cosa diferente que opinar, y da lo mismo qué cosa digamos porque con Cortázar casi cualquier cosa podría o no ser, así que en el mejor de los casos, la reunión estaría llena de risas y galletitas, y en el peor, estaríamos llorando y abrazándonos, con galletitas.

PD: Lo de autocitarme no fue una acción narcisista, sino que quería compartir mi primera impresión diciendo que fue la primera y no simplemente copiando y pegando lo que yo misma había dicho para luego pretender que me acordaba de las exactas palabras que había usado en goodreads. Parafrasearme hubiese sido igual de ridículo, y prefiero, en realidad, ser una ridícula honesta.

PD2: Mi percepción de Cortázar en esta entrada está totalmente pasando por alto el contexto histórico de sus cuentos, el cual es sumamente importante y del que también se puede hacer una lectura muy interesante, que quizá haga en otra entrada porque en realidad es rico compartir lo que uno aprende. Pero también eso aporta a la afirmación de las diferentes lecturas de sus obras, y de la atemporalidad de las mismas.

PD3: Los cuentos a los que hice referencias además del que mencioné, fueron: Carta a una señorita en Paris, Continuidad de los parques y La señorita Cora.



La primera cosa que vi de Neil Gaiman fue Coraline, una película basada en su libro con el mismo nombre y dirigida por Henry Selick, así que en realidad la primera cosa que vi de Neil Gaiman no era algo de él, sino algo basado en otra cosa de él. Aún no leo el libro pero le tengo hartas ganas, y este año para desquitarme un poco y sumergirme en su trabajo de alguna forma, conseguí el libro El océano al final del camino, así que es de esto (y otras cosas) de lo que les quiero hablar.

En la generalidad el recuerdo de la infancia es motivo de alegría y añoranza, vemos fotos nuestras de niños y lo único que deseamos es volver a una época sin preocupaciones y llena de pensamientos que ahora nos parecen absurdos, pero la verdad es que la infancia es terrible. Cuando vemos a un niño llorar de miedo -ya siendo grandes- e intentamos explicarle que no hay absolutamente nada que temer respecto a algo, en realidad no nos ponemos en los zapatos de ese niño ni tampoco sentimos ese real terror a lo que está percibiendo, y es triste; triste no recordar que nosotros también nos sentimos así alguna vez. El océano al final del camino es la historia de un hombre que vuelve a su antigua casa para asistir a un funeral, y estando allí se deja llevar por los recuerdos a la casa de una vieja amiga de la infancia. De apoco la narración se transforma en una mezcla de memorias y hechos aparentemente fantásticos, y nos transportamos a ese lugar que pensábamos que sólo era producto de nuestra imaginación. Now, #StoryTime: Cuando yo era pequeña, le tenía mucho miedo a los dinosaurios. Al principio los amaba y me pasaba la vida viendo documentales de ellos, aprendiéndome sus nombres y coleccionando figurillas, hasta que vi Jurassic Park por primera vez y todo se derrumbó dentro de mí, dentro de mí. Ahora lo cuento como una anécdota y causa mucha risa porque es una cosa bastante ridícula, pero en mi infancia era un trauma realmente terrible y que ya siendo niña me avergonzaba contarlo, así que cuando despertaba de horribles pesadillas, o me daba miedo levantarme pensando que al lado de mi cama me encontraría con un velociraptor, jamás le conté a nadie el verdadero motivo de ese terror y dejé morir mis sueños de ser paleantóloga. Eventualmente lo superé y dejé de sentir vergüenza, pero hay una minúscula parte de mí, que ante las risas de mis oyentes cada vez que narro la historia, vuelve a ser esa niña que tenía más miedo de contar el motivo de sus malos sueños por el cómo reaccionarían las personas que a los sueños en sí mismos. Y Neil Gaiman me transportó a ese lugar, dos veces.
Oh, los monstruos sí que tienen miedo -dijo Lettie-. Por eso son monstruos. Y en cuanto a los adultos... (...) Te voy a decir algo muy importante: por dentro, los adultos tampoco parecen adultos. Por fuera son grandes y desconsiderados, y siempre parece que saben lo que hacen. Pero por dentro sigue siendo exactamente igual que han sido siempre. Como cuando tenían tu edad. La verdad es que los adultos no existen. Ni uno solo en todo el mundo.
Como dije al principio, si bien no he leído Coraline, y entiendo que hay un par de discrepancia entre libro y película (pero investigué y averigüé que en realidad no hay nada sustancialmente diferente), es una historia que también está hecha para llevarte a la oscuridad de la infancia y más allá de asustarte con lo macabro de cada elemento, está hecha para comprender el porqué de los miedos de nuestra niñez. ¿Y por qué para gente triste? Porque nos lleva a un lugar que creíamos que estaba lleno de felicidad, pero se enfoca en la parte tétrica, esa parte que la mayoría olvida, los pequeños detalles que nuestra mente bloquea, la parte en donde eramos nosotros y nuestras pesadillas. Como dije antes, más que la idea de causar alguna especie de terror o angustia, nos cuenta una historia desde la perspectiva de un niño y pareciera que todo lo que dice es perfectamente real y coherente, y ya no queremos convencerlo de que no hay nada que temer, sino que queremos protegerlo a toda costa y hacerlo sentir seguro viendo lo que él ve y ayudándolo a enfrentar al monstruo (o al dinosaurio). Por esta razón es también para gente feliz, porque hay que recordar que no todos vemos lo mismo incluso si estamos mirando en la misma dirección, porque a veces depende de la altura ver las flores en un campo o las sombras que se arrastran por el suelo de este mismo.

***

Tenía más autores en mente, pero de cada autor que se me ocurría podría estar aquí, sólo había leído un libro de ellos o no los conocía más allá de sus obras en lo absoluto. Supongo que para no dejar atrás a esos otros autores y sus libros, eventualmente haré algo así como: "libros para gente y días tristes", o qué sé yo.

Espero no haberme enredado demasiado con el sentido de la entrada, a mí me pareció que no, pero la percepción del que lee y el que escribe puede ser diferente, así que juzguen si creen que lo merita. Lo otro, y al respecto, si tienen autores o libros más o menos de este estilo les agradecería mucho que me los recomendaran, porque además de estos dos casi no se me ocurren.

Planeaba mencionar a A. S. King, Jandy Nelson, Hollie Goldberg Sloan... y a ellas en realidad, pero me gustaría conocerlas un poco más para poder generar una opinión. Igual dejo acá sus nombres por si a alguien le interesa leerlas.

***
Así que si estás triste, o te sientes extraño, vacío, incompleto, demasiado saturado, te invito a leer a estos autores con una tacita de café o té, con galletias o un quequito. También aconsejo ir a leer a un lugar diferente, como un parque o si tienen la posibilidad de playa, aún mejor. Tomen a estos autores especiales y haganlos aún más especiales, no esperando encontrar mucho en sus historias, pero sí el camino de vuelta a ustedes mismos.

***
Hasta la próxima entrada.
Azul.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

«Pues considero que aquella persona, caballero o señora, que no sabe apreciar el valor de una buena novela es completamente necio» Mr. Tilney.